miércoles, 22 de febrero de 2012

Lσ Hαяé


Siento que debo abrir ya la puerta de mis sentimientos y escribir. Tengo que sacar todo lo que tengo adentro y escribir.

Dejaré que las palabras broten y no me voy a preocupar ni de las faltas ni de la estética de aquello que resulte, porque estoy convencida de que si consigo usar la tinta de mis verdaderas emociones, las letras se unirán con los acordes de mi esencia y solo podrán componer bellas canciones. Buscaré una estrella que me proteja y aprenderé a hablar con ella. Descubriré de nuevo la belleza del cielo y de la Tierra y abriré mis sentidos para poder percibir otra vez aquellos olores, aquellos sonidos, aquellas caricias que algún día me emocionaron. Buscaré una música, una melodía que sepa acunar mi alma, que consiga despertar mis anhelos y la escucharé tantas veces como sea necesario, como quiera... La haré mía y utilizaré sus notas, su hermandad, para levantarme la moral.

Aprenderé a mirarme en los ojos de mis hijos y podré comprobar, seguro, que en verdad soy aquella maravillosa mujer que siempre quise ser. Contemplaré entusiasmada cada día la excelencia de mis frutos y descubriré cuan importante y grandiosa llego a ser.

Debo volver a buscarme en el espejo mirándome directamente a los ojos. En ellos debe aparecer la magia que me hace única y preciosa: mis recuerdos, mi dulzura, mi fuerza interior, mis sueños y mis ansias de amar y ser amada, mi inseguridad y mi inocencia, mi particular sensibilidad... Soy especial y ello me hace hermosa, muy hermosa... Mis cabellos, mi piel, mi rostro, mi espalda... todo mi cuerpo, incluidas aquellas imperfecciones que la moda de turno me obligó a detestar, todo es una prolongación de esa encantadora persona que seguro se esconde en mí. La recuperaré y, no voy a dudarlo, para mí y para todos aquellos que me conozcan y me quieran volveré a ser bella, muy bella.

Lucharé sin rendirme nunca para recuperar todos aquellos equilibrios que mi familia requiere. Para mis hijos eso va a ser esencial, pues todo aquello de bueno que hoy pueda darles compondrá una gran parte del equipaje que el día de mañana contribuirá a marcar su destino.

No voy a negarme más la rabia, no disfrazaré mis rencores de mentiras. Aceptaré mis inquietudes, mis miedos, mis pesadillas, y voy a combatirlos con todas mis fuerzas para cambiar su sentido, para perdonar las causas y para olvidar las consecuencias... Buscaré en mi interior y recuperaré aquel encanto que me enamoró de mi hombre. Hablaré con él, dialogaré tantas veces como sea preciso. Le explicaré que en el amor nadie puede vivir de renta y que en una pareja deben implicarse siempre los dos. Le recordaré que si descuidamos un jardín, si entre todos dejamos de regarlo y abonarlo, las plantas irán dejando de florecer y el verde ya no será tan verde, y los colores irán volviéndose grises avisándonos de su pronta desaparición.

No puedo esperar al terrible ultimátum, no puedo dejar que se siga apropiando de mí la sensación del “ya no puedo más”, ya que entonces quizás descubra que no existe vía de retorno. Debo aceptar que ya aprendí a ceder e iniciar el aprendizaje de la exigencia sin miedo, porque si lo hago a la vez con paso firme y dulce, a la vez con actitud tierna y enérgica, a la vez con amor y con orgullo, mi voz quizás volverá a ser escuchada y nuestra unión podría recuperar la confiada esperanza, y nuestro caminar podría conseguir lo que empieza a ser ya un urgente reto: coordinar su paso con el extraordinario ritmo que marcan dos corazones cuando logran unir sus latidos.
Lo intentaré, lucharé, me implicaré y pondré de mi parte todo lo que hay que poner para solucionar esa vida que tanto me inquieta. Si lo consigo seguro que habrá valido la pena. Si fracaso deberé empezar a pensar en rendirme y en buscar la paz en la rotura. Si llega el temido caso, nadie, ni yo misma, podrá echarme en cara que no perseveré en el intento de salvar mi matrimonio y mi actual vida...